Daño Cerebral Sobrevenido: letargia y posibilidades terapéuticas

Daño Cerebral Sobrevenido: letargia y posibilidades terapéuticas

¿Que es el daño cerebral sobrevenido?

Uno de los campos de intervención desde Neuropsicología Clínica es el estudio y rehabilitación de personas que han sufrido daño cerebral sobrevenido. El daño cerebral sobrevenido (DCS) consiste en una afectación de las estructuras cerebrales en personas que, habiendo nacido sin ningún tipo de daño cerebral, sufren en un momento posterior de su vida lesiones cerebrales que llevan a una afectación del funcionamiento cognitivo, emocional, conductual y/o físico. 

Incidencia del daño cerebral

Según la Federación Española de Daño Cerebral, a 2015 en España viven 420.000 personas con daño cerebral sobrevenido y cada año se dan mas de 100.000 casos nuevos. El 45% de las personas que padecen daño cerebral son menores de 65 años. Esto supone que personas en edad laboral, probablemente con hijos o mayores a su cargo, ven mermadas sus capacidades para realizar una vida normal, comprometiendo tanto su calidad de vida como la de las personas a su cargo. Es aquí donde los profesionales de la rehabilitación del daño cerebral son demandados con mayor necesidad.

Consecuencias del daño cerebral

Las consecuencias de un daño cerebral sobrevenido pueden ser muy amplias o sutiles, permanentes o transitorias, pero el abanico de posibilidades es muy amplio. Hay circunstancias en que nos encontramos con afectaciones exclusivamente motrices, otras en que se encuentran afectados procesos cognitivos sin afectaciones de orden motriz y otras en que se encuentran combinadas con mayor o menor presencia de cada una. En función de las funciones afectadas existen unos profesionales y protocolos rehabilitatorios. 

Cada lesión es un mundo

Los tipos de lesiones cerebrales pueden ser agrupadas por su naturaleza y localización, lo que nos permite esperar un tipo u otro de manifestaciones. Pero una lesión cerebral no es un algo aislado, sino que ocurre en una persona concreta, que tiene una morfología concreta y que ha tenido unas experiencias vitales concretas. Esta idiosincrasia experiencial y anatómica es la responsable de que las manifestaciones de lesiones similares presenten diferencias entre personas, tanto a nivel cuantitativo (magnitud de los síntomas) como cualitativo (el tipo de síntomas).

Dado que no podemos inferir con total seguridad las consecuencias de una lesión a partir del conocimiento de la misma, será la exploración concienzuda de la persona y de sus capacidades la que nos proporcionará certezas sobre la sintomatología, siendo esta exploración determinante a la hora de escoger a las herramientas y los profesionales que intervendrán en la rehabilitación. La relevancia de la exploración radica en que no podemos intervenir sobre lo aquello cuya existencia desconocemos. O lo que es lo mismo, solo podemos mejorar aquello que sabemos está mal.

Manifestaciones cognitivas

Dentro de todas las posibles manifestaciones de las lesiones cerebrales, las de naturaleza cognitiva son las que pueden generar mayores problemas a la hora de ser acotadas y, en consecuencia, su rehabilitación puede ser más complicada.

Manifestaciones motoras

Mientras que las manifestaciones de orden motor son más evidentes y los profesionales responsables pueden reconocerlas fácilmente, las manifestaciones de orden cognitivo requieren del rendimiento en pruebas para poder evidenciarse. Una capacidad, como la memoria, requiere ser evaluada mediante pruebas de memoria.

El problema es que para realizar dichas pruebas, se requieren otras capacidades (memoria operativa, funciones ejecutivas, nivel de activación,etc) por lo que problemas en estas otras funciones (aparentemente secundarias) pueden provocar rendimientos problemáticos en pruebas de memoria, mostrando deficiencias cuantitativamente mayores y desviando nuestra atención del núcleo del problema.

Por desgracia, aun no podemos “mirar” realmente como piensa una persona. A partir de la consideración de que aquello que queremos medir puede encontrarse lastrado por otras funciones, debemos afrontar esta evaluación teniendo en cuenta aquellos aspectos susceptibles de boicotearnos. Y uno de estos problemas puede ser la letargia que podemos encontrar en las personas que han sufrido daño cerebral. 

Letargia y daño cerebral

Partiendo de la premisa de que no debemos dar nada por hecho, debemos plantearnos la posibilidad de que la persona a la que evaluamos pueda manifestar síntomas de letargia o enlentecimiento mental por regulación fisiológica consecuencia de la lesión. Esto es muy complicado de detectar dado que puede enmascararse con los efectos de la medicación en caso de haberla o por el cambio en el modo de vida que ha tenido la persona a raíz de su lesión. Esta situación puede pasar desapercibida hasta para los familiares, dado que se encuentran bajo estados de estrés ante la incertidumbre sobre el futuro del afectado.

Si mi padre ahora tiene dificultades para hablar o para moverse, es complicado que yo pueda percatarte de las sutilezas sintomáticas de un menor grado de activación y es fácil que lo confunda con los efectos de la medicación o lo atribuya simplemente se encuentre asustado. Esta letargia o enlentecimiento mental viene provocada por una serie de cambios en la regulación eléctrica del cerebro consecuencia de una agresión. El cerebro funciona en red, por lo que está interconexión se reestructura a raíz de la lesión y se observa en forma de un enlentecimiento del patrón eléctrico cerebral (EEG) a nivel global. Es decir, a raíz de la lesión cerebral, todo el cerebro modifica su dinámica con vistas a optimizar sus recursos a modo de mecanismo de protección.

¿Qué provoca el enlentecimiento?

Este enlentecimiento puede provocar que a la hora de enfrentarse a tareas de orden cognitivo, el rendimiento en las mismas sea inferior al real debido a que el sistema cuenta con menos recursos para manejar información. Como consecuencia, inferimos erróneamente que la función evaluada es la responsable del rendimiento problemático por lo que orientaremos nuestros recursos interventivos hacia dicha función. Ante esta situación, la efectividad de la intervención no será la deseada dado que no estamos teniendo en cuenta variables contaminadoras en la prueba. El ejemplo mas claro lo encontramos en la capacidad atencional de algunas personas con daño cerebral.

El bajo rendimiento en pruebas atencionales lleva a los profesionales a inferir que nos encontramos con un problema concreto en esta capacidad, por lo que se plantean acciones terapéuticas con vistas a mejorarlas. Las intervenciones sobre atención no son efectivas bajo estas circunstancias. Esto es debido a que la persona no presenta un problema en la capacidad, sino que el rendimiento en las pruebas atencionales es deficitario debido a un grado de activación bajo.

Pongamos el ejemplo de realizar pruebas de atención bajo los efectos del alcohol o de los sedantes. Nuestro rendimiento atencional se verá lastrada por un estado fisiológico alterado pero eso no significa que tengamos un problema en la capacidad atencional. Al desaparecer los efectos del químico que nos modificaba el grado de activación, nuestro rendimiento vuelve a ser el propio de nuestra capacidad. El problema no es transitorio.

Problema con la letargia

La letargia mental propia del daño cerebral es muy complicada de detectar, medir y rehabilitar. No existen actualmente biomarcadores de la misma ni pruebas específicas que nos permitan determinar su presencia y la magnitud de la misma. Si bien, solemos encontrar características en los patrones eléctricos cerebrales de las personas con daño cerebral (un aumento de la dominancia de las bajas frecuencias), éstos no se encuentran baremados ni estudiados en profundidad. No obstante, considerar que el control sobre el grado de activación puede verse afectado en daño cerebral nos permitirá intervenir sobre el y generar estados óptimos que facilitarán reconocer el grado de afectación de la lesión con mayor certeza y, en consecuencia, programar intervenciones mas eficaces. 

Referencias bibliográficas

  1. Dieguez Varela. C., Rodriguez Saez. E. (2004). El EEG en traumatismo craneo-encefálico. Boletin gallego de medicina legal y forense (13): 25-29.
  2. Fernández Gómez E., Ruiz Sancho A. y Sánchez Cabeza A. (2009). Terapia Ocupacional en Daño Cerebral Adquirido. 6, supl. 4. Pp. 410-464.
  3. Polonio López, B., Romero Ayuso, M. ª D. (2010). Terapia ocupacional aplicada al daño cerebral adquirido. Madrid: Editorial médica Panamericana, S.A.

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