¿Qué relación existe entre el dolor y el cerebro?

dolor

Introducción

Aunque la mayoría de nosotros en algún momento de nuestra vida hemos sentido dolor, la definición de este concepto parece no ser tan simple como cabríamos esperar. Puede que la primera idea que se nos venga a la cabeza es que el dolor es la percepción ante una herida, una contractura muscular, una indigestión, etc. Es decir, una mera sensación corporal ante un daño en nuestro organismo. Pero en realidad no es tan sencillo, muchos atributos sensoriales del éste predisponen a emociones desagradables como el miedo, el malestar o el sufrimiento.

¿Qué es el dolor?

De hecho, el dolor es, según la International Association for the Study of Pain (IAPS), “una experiencia sensorial y emocional desagradable asociada a un daño en los tejidos actual o potencial, o descrito en términos de dicho daño” [1]. Cuando nos detenemos a analizar esta definición, vemos que el dolor es un fenómeno complejo que abarca tanto su intensidad, su localización o su duración, como también las consecuencias afectivas que provoca, principalmente estrés, ansiedad y estado de ánimo bajo. Por otra parte, debemos distinguir entre el dolor agudo y el crónico ya que sus características definitorias son ligeramente diferentes.

  • Agudo: es un síntoma de aparición repentina, con una duración limitada y con una causa identificable. Éste tiene una función de alarma y protección ya que nos avisa ante un posible daño, favoreciendo así la supervivencia del individuo.
  • Crónico: en el caso del dolor crónico, la sensación dolorosa puede aparecer más allá de la curación de una lesión o daño, o puede no identificarse ninguna causa fisiopatológica clara, lo cual hace que se pierda su función protectora. Cuando el dolor se mantiene durante 6 meses o más ya se considera un síndrome crónico que afecta a la esfera física, social, emocional y cognitiva de la persona, disminuyendo la calidad de vida y presentando una gran comorbilidad con trastornos del estado ánimo y problemas de ansiedad [2]. Además, el dolor, sobre todo en el caso del dolor crónico, provoca cambios en el funcionamiento cognitivo. Si lo pensamos tiene sentido.

Dolor como mecanismo de supervivencia

Recordemos que el dolor es la respuesta que proporciona el cuerpo ante una señal de peligro (un daño en los tejidos). Entonces nuestro cuerpo, en un intento de favorecer la supervivencia, dirige los recursos atencionales a esa señal de peligro, manteniéndolos ocupados. En este sentido, parece que el procesamiento del dolor compite por los recursos limitados de la atención, de manera que puede afectar a otras tareas que estemos llevando a cabo en ese momento. Con el foco de la atención en el dolor, es probable que no nos acordemos de donde hemos dejado el coche, que es lo que debíamos comprar, etc. Así uno de los principales cambios a nivel cognitivo es la disminución de la capacidad de concentración o de mantener la atención en aquello que nos interesa, existiendo en muchas ocasiones un sesgo atencional hacia las sensaciones dolorosas. Ligadas a estas alteraciones atencionales son frecuentes las quejas sobre pérdida de memoria, el enlentecimiento en el procesamiento de la información o en las funciones ejecutivas. 

Cerebro y dolor

Llegados a este punto, es importante destacar que el encargado de la percepción del dolor es nuestro cerebro. Los estudios con técnicas de neuroimagen han indicado que existen varias áreas cerebrales que responden ante la estimulación dolorosa [3]. Al ser un fenómeno complejo, son diferentes las áreas del cerebro las responsables de los diferentes componentes del dolor (sensorial, cognitivo y afectivo), entre las que destacan: las cortezas sensoriales (primarias y secundarias), la corteza cingulada anterior, la ínsula, el tálamo, el hipocampo, la amígdala, la corteza parietal posterior y la corteza prefrontal [4]. De manera más específica, los aspectos relacionados con el componente sensorial del dolor se relacionarían con las cortezas sensoriales, el tálamo y la ínsula, mientras que los aspectos cognitivo – afectivos estarían relacionados con la corteza cingulada anterior, el tálamo y la corteza prefrontal.

Sensación dolorosa

Además, la intensidad de la sensación dolorosa puede verse afectada por un sistema endógeno de regulación del dolor que incluye áreas como la amígdala, el hipocampo, la corteza cingulada anterior, la sustancia gris periacueductal y algunos núcleos de la médula ventromedial rostral [4].

Percepción y procesamiento del dolor

Asimismo, la percepción y procesamiento del dolor parece ser diferente en pacientes con dolor crónico y personas sanas. Una de las hipótesis más extendidas sobre la causa del dolor crónico es la hipótesis de la sensibilización o hiperexcitabilidad del sistema nervioso central (SNC) [5].

Pacientes con dolor crónico

Diversas investigaciones han indicado la existencia de cambios tanto funcionales como estructurales en el sistema nervioso central, en pacientes con dolor crónico. En comparación con los sujetos sanos, los pacientes con dolor crónico presentan una actividad anormal en un conjunto de áreas cerebrales relacionadas con el procesamiento del dolor, tanto en respuesta a estimulación dolorosa como durante el reposo [5, 6, 7]. Así, este funcionamiento alterado del sistema nervioso podría explicar la reducción de los umbrales de dolor presentes en los pacientes con dolor crónico, manifestándose en fenómenos como la alodínia (sensación dolorosa ante un estímulo inocuo) o la hiperalgesia (sensación dolorosa exagerada ante una estimulación dolorosa). Por otra parte, los estudios de neuroimagen han informado también de la presencia de cambios morfológicos en diferentes estructuras cerebrales. De este modo, los pacientes con dolor crónico menor volumen de sustancia gris en estructuras que forman parte de la red cerebral del dolor como la corteza prefrontal, la amígdala, hipocampo y la corteza cingulada anterior que las personas sanas [8, 9, 10]. Todo ello hace pensar que relacionados con el dolor crónico aparecen cambios plásticos en el SNC, que a su vez facilitan la aparición de sensaciones dolorosas. 

Conclusiones

El dolor, especialmente el dolor crónico, es un fenómeno complejo con componentes tanto sensoriales, cognitivos y afectivos, que está relacionado con diferentes estructuras cerebrales. Además, el hecho de padecer dolor de manera crónica provoca cambios funcionales y morfológicos en nuestro cerebro que lo mantienen en el tiempo.

Referencias bibliográficas

  1. Merskey, H., & Bogduk, N. (1994). Classification of Chronic Pain. IASP Pain Terminology.
  2. Baliki, M.N., Chialvo, D.R., Geha, P.Y., Levy, R.M., Harden, R.N., Parrish, T.B., et al. (2006). Chronic pain and the emotional brain: specific brain activity associated with spontaneous fluctuations of intensity of chronic back pain. The Journal of Neuroscience, 26, 12165-12173.
  3. Bartley, E. J., Rhudy, J. L., & Williams, A. E. (2009). Experimental assessment of affective processing in fibromyalgia. The Journal of Pain : Official Journal of the American Pain Society, 10, 1151–1160.
  4. Burgmer, M., Gaubitz, M., Konrad, C., Wrenger, M., Hilgart, S., Heuft, G., et al. (2009). Decreased gray matter volumes in the cingulo-frontal cortex and the amygdala in patients with fibromyalgia. Psychosomatic Medicine, 71, 566-573.
  5. Gracely, R.H., Petzke, F., Wolf, J.M., Clauw, D.J. (2002). Functional magnetic resonance imaging evidence of augmented pain processing in fibromyalgia. Arthritis & Rheumatology, 46, 1333-1343.
  6. Lutz, J., Jager, L., de Quervain, D., Krauseneck, T., Padberg, F., Wichnalek, M., et al. (2008). White and gray matter abnormalities in the brain of patients with fibromyalgia: a diffusion-tensor and volumetric imaging study. Arthritis & Rheumatology, 58. 3960-3969.
  7. Napadow, V., LaCount, L., Park, K., As-Sanie, S., Clauw ,D.J., Harris, R.E. (2010). Intrinsic brain connectivity in fibromyalgia is associated with chronic pain intensity. Arthritis & Rheumatology, 62, 2545-2555.
  8. Peyron, R., Laurent, B., García – Larrea, L. (2000). Functional imaging of brain responses to pain. A review and meta – analysis. Neuropshysiology Clinical, 30, 263 – 288.
  9. Tracey, I., & Mantyh, P.W. (2007), The Cerebral Signature for Pain Perception and Its Modulation. Neuron, 55, 377-391.
  10. Valet, M., Gundel, H,. Sprenger, T., Sorg, C., Muhlau, M., Zimmer, C., et al. (2009). Patients with pain disorder show gray-matter loss in pain-processing structures: a voxel-based morphometric study. Psychosomatic Medicine, 71, 49-56.

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