Efectos del Maltrato y la Negligencia Infantil sobre el Desarrollo Cerebral

MALTRATO

Introducción

Los procesos de estrés grave y maltrato producen una cascada de eventos neurobiológicos que tienen el potencial de causar cambios duraderos en el desarrollo del cerebro. Estos cambios se producen en múltiples niveles, desde cambios estructurales y funcionales a cambios en el funcionamiento social y emocional.

Los conocimientos actuales acerca del proceso de desarrollo cerebral nos ayudan a entender mejor el papel de la genética y del ambiente. Mientras que la genética nos predispone a ciertos desarrollos, nuestras experiencias, incluyendo nuestras interacciones con otras personas, tienen un impacto significativo en cómo se expresan nuestras predisposiciones.

La investigación nos muestra que muchas de las capacidades que se creían innatas dependen, de hecho, de una combinación de las experiencias vividas y de la herencia, siendo ambos factores esenciales para un desarrollo cerebral óptimo [7].  

¿Cómo tiene lugar el desarrollo cerebral?

Las primeras áreas del cerebro en desarrollarse completamente son el tronco cerebral y el mesencéfalo, que controlan las funciones corporales necesarias para la vida. Al nacer, esas áreas del sistema nervioso se encuentran altamente desarrolladas, mientras que las zonas relacionadas con las funciones superiores (el sistema límbico y el córtex cerebral) son aún muy primitivas [9]. Sin embargo, después del nacimiento, el desarrollo de las sinapsis se da a un ritmo muy elevado y cuando los niños tienen 2 años de edad, su cerebro tiene aproximadamente 100 billones de sinapsis -muchas más de lo que nunca va a necesitar- [9]. A los 3 años, el cerebro infantil ya ha alcanzado el 90% de su tamaño adulto [9]. En ese momento, el crecimiento y desarrollo cerebral de cada región cerebral depende, en gran medida, de la cantidad de estímulos que recibe cada región.

Tipos de estrés

Desde el nacimiento, y a lo largo de nuestra vida, todos experimentamos diferentes episodios y etapas de estrés. El tipo de estrés y el momento temporal en que se produce determinará su impacto en el cerebro. El National Scientific Council on the Developing Child (2014) describió tres clases de estrés:

  1. El estrés positivo: es moderado, breve y generalmente una parte normal de la vida (por ejemplo, empezar el curso escolar o cambiar de centro educativo). Aprender a adaptarse a este tipo de estrés es un proceso esencial del desarrollo saludable.
  2. El estrés tolerable: incluye eventos que tienen la capacidad de alterar el cerebro en desarrollo de forma negativa. Sin embargo, ocurren con poca frecuencia y dan tiempo al cerebro para recuperarse del trauma sufrido (por ejemplo, la muerte de un ser querido).
  3. El estrés tóxico: incluye una activación fuerte, frecuente y prolongada del sistema de respuesta del cuerpo al estrés (por ejemplo, negligencia crónica).

¿Cómo afectan las experiencias negativas al desarrollo del cerebro?

Del mismo modo que las experiencias positivas tiene beneficios en el desarrollo del cerebro, las experiencias infantiles de malos tratos u otras formas de estrés tóxico, como la violencia doméstica o situaciones de negligencia, pueden afectar negativamente el proceso de desarrollo cerebral.

Entre estas afectaciones destacan cambios en la estructura y la actividad química del cerebro o en el funcionamiento emocional y conductual del niño [7].

Los efectos específicos derivados de una situación de maltrato o negligencia continuada pueden depender de factores tales como la edad del niño en el momento de los malos tratos, si el maltrato se da de forma puntual o crónica, la identidad y la relación con el abusador, si el niño tenía un referente de crianza fiable en su vida o el tipo y la gravedad de los malos tratos, la intervención posterior a ellos, el tiempo que duró, u otras características individuales y ambientales.

Y, aunque las variables que pueden influenciar el desarrollo cerebral son múltiples, el estrés tóxico, puede a su vez tener una gran variedad de efectos negativos sobre el cerebro en desarrollo. Detallamos a continuación algunos de los principales cambios estructurales y en la actividad cerebral debidos al efecto del estrés tóxico infantil.  

Cambios estructurales que se producen en el cerebro fruto del maltrato

Distintos estudios han determinado que los adultos que sufrieron maltrato durante la infancia ven reducido el volumen del hipocampo, que es fundamental para el aprendizaje y la memoria [4,10].

El estrés tóxico también puede reducir la capacidad del hipocampo para devolver a la normalidad los niveles de cortisol después de un un proceso estresante [6].

Asimismo, los niños y adolescentes que han sufrido maltrato tienden a tener disminuido el volumen del cuerpo calloso, que es el responsable de intercomunicación hemisférica y otros procesos relacionados con la emoción o las habilidades cognitivas superiores [4,10].

El cerebelo, la estructura encargada coordinar el comportamiento motor y el ejecutivo funcionamiento también ve disminuido su volumen en aquellos los niños y adolescentes que han sufrido situaciones de maltrato emocional o físico [4].

En relación a la amígdala, aunque la mayoría de los estudios han encontrado que su volumen no se encuentra afectado en aquellas personas que han sufrido malos tratos, abuso o abandono, algunos estudios relacionan las situaciones de estrés sufridas con una hiperactividad en esa zona cerebral, que es la encargada de determinar si un estímulo es o no una amenaza y desencadenar las respuestas emocionales consecuentes [6].

Algunos estudios sobre adolescentes y adultos que sufrieron situaciones de negligencia severa en la infancia indican que la corteza cerebral prefrontal, que es crítica para el comportamiento, la cognición y la regulación de las emociones, tiene un menor grosor. Sin embargo, otros estudios no encontraron diferencias significativas en ese ámbito[4].

Los niños que sufren maltrato a nivel físico también ven reducido el volumen de la corteza orbitofrontal, que es esencial para la regulación emocional y social [2].

Cambios químicos que se producen en el cerebro fruto del maltrato

La alteración del nivel de cortisol es quizá la alteración menos conocida en este terreno. Niveles anormalmente bajos de cortisol pueden derivar en una disminución de los recursos energéticos, haciendo más vulnerable a la persona a trastornos autoinmunes, lo que podría afectar el aprendizaje y la socialización [1].

Por el contrario, niveles anormalmente altos de cortisol pueden dañar los procesos cognitivos, provocar trastornos inmunológicos y reacciones inflamatorias, o aumentar el riesgo de trastornos afectivos.

En general, aunque los estudios no son concluyentes, los niños que sufren o han sufrido situaciones tóxicas de estrés, tales como maltrato o negligencia, presentan patrones claramente diferentes de cortisol.  

Conclusiones

Otros cambios derivados de situaciones de abandono temprano están relacionadas con la disminución de la actividad eléctrica cerebral o la disminución del metabolismo cerebral en su conjunto. Algunos estudios también han detectado patrones anómalos de adrenalina incluso años después de haber cesado la situación de maltrato. Además, la desnutrición, considerada otra forma de abandono, puede comprometer el desarrollo del cerebro afectando el crecimiento neuronal, axonal y el establecimiento de sinapsis, así como el funcionamiento de las neurotransmisiones o el mantenimiento del tejido cerebral [5].

Abuso físico

También sabemos que algunos casos de abuso físico pueden causar daños estructurales de forma directa e inmediata en el cerebro. Por ejemplo, sacudir a un niño puede destruir el tejido cerebral y vascular. A corto plazo, esto puede conducir a convulsiones, pérdida de la conciencia, o incluso la muerte. A largo plazo, el Síndrome del Bebé Sacudido (SBS) puede derivar en una gama de deficiencias sensoriales, cognitivas, de aprendizaje o trastornos del comportamiento. Otros tipos de lesiones en la cabeza causadas por el abuso físico pueden tener efectos similares [8]. Todos estos cambios estructurales y funcionales en el sistema nervioso tienen, a su vez, efectos a nivel emocional y de comportamiento. Las situaciones de estrés crónico o trauma repetido pueden resultar en múltiples reacciones, incluyendo el estado de miedo persistente.

Miedo persistente en niños

Los niños con una respuesta de miedo persistente pierden su capacidad para diferenciar entre el peligro y la seguridad. Así mismo, cuando los niños están expuestos de forma crónica a situaciones de estrés, su cerebro tiene una sensibilidad de respuesta mayor a través de las vías de respuesta al miedo y crean recuerdos de forma automática sin pensamiento consciente; este proceso se llama hiperexcitación.

Los cambios estructurales y neuroquímicos causados por maltrato pueden crear déficits en todas las áreas de la función ejecutiva, incluso a una edad temprana [3]. Las funciones ejecutivas ayudan a las personas a alcanzar el éxito académico y profesional, trabajan para reforzar las interacciones sociales, y ayudan en las actividades cotidianas. Las alteraciones cerebrales causadas por una respuesta de estrés tóxico pueden resultar en deterioros de carácter cognitivo intelectual, una disminución del coeficiente intelectual o de la capacidad de mantener la atención (Wilson, 2011).

Prevención y detección

Finalmente, cabe tener presente que los efectos del maltrato infantil en el desarrollo cerebral pueden ser causados por los efectos acumulativos de abuso o negligencia durante toda la vida, pero también por situaciones de maltrato recién experimentadas o puntuales. De ahí la importancia de prevenir, detectar y anular cualquier situación de posible maltrato o negligencia con la mayor celeridad posible para minimizar las consecuencias tanto a corto como a largo plazo.

Referencias bibliográficas

  1. Bruce, J., Fischer, P.A., Pears, K.C. y Levine, S. (2009). Morning cortisol levels in preschool-aged foster children: Differential effects of maltreatment type. Developmental Psychobiology, 51, 14-23
  2. Hanson, J.L, Chung, M.K., Avants, B.B., Shirtcliff, E.A., Gee, J.C., Davidson, R.J. y Pollak, S.D. (2010). Early stress is associated with alterations in the orbitofrontal cortex: a tensor-based morphometry investigation of brain structure and behavioral risk. Journal of Neuroscience, 30, 7466-7472.
  3. Hostinar, C.E., Stellern, S.A., Schaefer, C., Carlson, S.M. y Gunnar, M.R. (2012). Associations between early life adversity and executive function in children adopted internationally from orphanages. Proceedings of the National Academy of Sciences of the United States of America, 109, 17208-17212.
  4. McCrory, E., De Brito, S.A. y Viding, E. (2010). Research review: The neurobiology and genetics of maltreatment and adversity. Journal of Psychology and Psychiatry, 51, 1079-1095.
  5. Prado, E. y Dewey, K. (2012). Nutrition and brain development in early life.-Brief-2012.pdf
  6. Shonkof, J.P. (2012). The lifelong effects of early childhood adversity and toxic stress. Pediatrics, 129, e232-e246.
  7. Shonkoff, J.P. y Phillips, D.A. (2000). From neurons to neighborhoods: The science of early childhood development. Washington, DC: National Academy Press.
  8. Teicher, M.H., Andersen, S.L., Polcari, A., Andersen, C.M., Navalta, C.P. y Kim, D.M. (2003). The neurobiological consequences of early stress and childhood maltreatment. Neuroscience and Biobehavioral Reviews, 27, 33-44.
  9. Twardosz, S. y Lutzker, J.R. (2010). Child maltreatment and the developing brain: a review of neuroscience perspective. Agression and violent behavior, 15, 59-68.
  10. Wilson, K. R., Hansen, D.J. y Li, M. (2011). The traumatic stress response in child maltreatment and resultant neuropsychological effects. Agression and Violent Behavior, 16(2), 87-97.

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