El cerebro y las redes sociales: Neurociencia Social

Introducción

Según DOMO (empresa norteamericana de software) cada sesenta segundos se generan más de 2,4 millones de piezas de contenido de Facebook, se envían más de 277 mil tuits y en Instagram se generan más de 216 mil imágenes, por no mencionar el tiempo que le dedicamos a las redes sociales. Así pues, pasamos buena parte de nuestro día a día interactuando con los demás, ya sean conocidos o no y ya sea cara a cara o en el mundo digital. Pero, ¿de dónde surge esta necesidad de comunicarnos con los demás y de interactuar con ellos? El inicio lo tendríamos que buscar en el momento en que nuestros antepasados se hicieron cazadores; los miembros de un grupo o familia debían colaborar para la búsqueda y captura de alimentos, pero también para la crianza de los hijos o la realización de actividades. El impulso inicial de los seres humanos es cooperar, y se advierte ya en niños de un año, que ayudan y comparten, mientras que a los 2 o 3 años ya son más cautelosos [21]. Pero lo que convierte la socialización humana en diferente es la aparición de la consciencia y con ella las funciones cognitivas. 

¿Qué funciones se precisan para socializarnos?

Para socializarnos con nuestro entorno se necesitan de funciones como la alerta cortical, la atención, la percepción, la motivación, la regulación emocional, la memoria, la autoconciencia, el lenguaje y el autocontrol; y la sincronización de todas estas funciones es posible gracias a la corteza prefrontal dorsolateral, la corteza orbitofrontal, la corteza cingulada anterior, la amígdala, el giro temporosuperior y la corteza asociativa parietal [1, 18].

¿Qué es la Neurociencia Social?

El interés por este campo ha dado lugar a una nueva disciplina, la Neurociencia Social [6], que se puede definir como “el estudio interdisciplinario de los procesos neurobiológicos de multinivel (nerviosos, endocrinos, inmunes) que nos permiten interactuar con el mundo social, de cómo los sucesos neurobiológicos afectan los procesos psicosociales y cómo éstos, a su vez, tienen efectos a nivel biológico” [12]. Muchos de los estudios que se han llevado a cabo hasta la fecha ponen de manifiesto que nuestra conducta social se debe a dos grandes descubrimientos: la teoría de la mente y las neuronas espejo. Premack y Woodruff acuñaron el término teoría de la mente para referirse a la capacidad que tenemos no sólo de percibir y entender las acciones de los demás, sino además de atribuirles estados mentales y usar esta información para predecir sus conductas.

Áreas involucradas

Las áreas predominantes para su procesamiento incluyen las áreas temporales superiores, el surco temporal superior, la amígdala, la zona de unión temporoparietal, la corteza frontal media y la corteza orbitofrontal. Trastornos en la teoría de la mente dificultan el comportamiento social y la comunicación con los otros; por ejemplo los desórdenes en el espectro autista [14].

Asimismo, entendemos las acciones de los demás porque la observación de éstas provoca que en nuestros cerebros se activen representaciones motoras de las mismas acciones, gracias a las neuronas espejo. Éstas se descubrieron a principios de los 90 por Rizzolatti, al estudiar el sistema motor del cerebro en macacos, en particular una región de la corteza premotora llamada F5. Se cree que el área de Broca (región 44 de Brodmann), el opérculo frontal, el surco temporal superior y el área del cuerpo extraestriado son las áreas homólogas en los seres humanos.

Además, están las llamadas neuronas fusiformes, descubiertas por Von Economo. Este tipo de neuronas son numerosas en los humanos e inexistentes en los demás mamíferos a excepción de algún cetáceo, los grandes simios y los elefantes. Se da la circunstancia que sólo existen en animales muy sociales y por ellos se han relacionado con la vida social, sin embargo, el número que hay en el cerebro humano nos diferencia de todos los demás animales. 

¿Qué beneficios nos aporta ser seres sociales?

Pero, ¿qué beneficios nos aporta ser seres sociales y relacionarnos con los demás? Desde hace décadas se sabe que los lazos sociales tienen sustratos hormonales y fisiológicos. Por ejemplo, los niveles de serotonina y de oxitocina pueden mediar la dominancia social, la agresión, la afiliación, el cuidado materno y los lazos sociales [11]. Asimismo, la oxitocina tiene efectos desestresantes tanto en el cerebro como en otros sistemas fisiológicos más periféricos (reducciones en los niveles de cortisol, presión sanguínea y actividad del sistema nervioso simpático, así como con incrementos en la actividad parasimpática). Los efectos antiestrés se hacen más pronunciados con el tiempo, por lo que los individuos en relaciones sociales estables y duraderas experimentan los mayores beneficios. Asimismo, aumenta la confianza interpersonal y la capacidad para inferir las emociones a partir de señales faciales y facilita las conductas cooperativas y altruistas [20].

Percepción de caras

Esta percepción de los rostros es clave en la comunicación social y de hecho hay identificada una zona en nuestro cerebro, llamada área fusiforme para los rostros o FFA que está especializada en el procesamiento facial. Cuando se observa o experimenta una emoción hay una activación en la ínsula anterior y en la porción media de la corteza cingulada anterior. Los trabajos de Cassel y Cobb [7, 8] dieron origen a la idea de que el apoyo social juega un papel central en el mantenimiento de la salud, al facilitar conductas adaptativas en situaciones de estrés, ya que reduce el impacto psicológico de los acontecimientos estresantes y contribuye a menores niveles de morbilidad y a una mejor rehabilitación. Asimismo, actúa como facilitador de expresiones y sentimientos y sufren menos los síntomas físicos en enfermedades crónicas.

Aislamiento social

Por el contrario, el aislamiento social durante la vida temprana podría evitar que maduren las células que forman la materia blanca del cerebro y por tanto que se produzca la cantidad adecuada de mielina en las fibras nerviosas, lo que puede contribuir a un pobre rendimiento cognitivo y ejecutivo, una rápida debilitación cognitiva, aumento de cogniciones negativas y depresivas, alta sensibilidad a amenazas sociales y baja autoestima. La entidad Social Brain indicó que bebés con todas las necesidades físicas cubiertas y sin contacto emocional con sus cuidadores, tenían una tasa de mortalidad mucho más elevada, así como un desarrollo físico y mental sensiblemente menor que el de los niños criados con contacto afectivo. 

Conclusiones

Como se puede observar, las emociones que nos despiertan las relaciones sociales influyen no sólo en nuestra cognición, sino también sobre nuestra conducta y en el mantenimiento de estas relaciones sociales. Así pues, fomentemos el tipo de relaciones que nos produzcan estos efectos positivos. Un buen comienzo es la carcajada, ya que es un magnífico inductor para que el cerebro libere endorfinas y para que nuestras neuronas espejo la capten y creen el impulso de realizar lo mismo en los demás [19].

Referencias bibliográficas

  1. Adolphs R. The neurobiology of social cognition. Curr Opin Neurobiol 2001; 11: 231-9.
  2. Allman, J.M., Tetreault, N.A., Hakeem, A. Y., Manaye, K.F., Semendeferi, K., Erwin, J.M., et al. The von Economo neurons in frontoinsular and anterior cingulate cortex in great apes and humans. Brain Struct. Funct. 2010; 214: 495-517.
  3. Álvaro-González, L. (2015). El cerebro social: bases neurobiológicas de interés clínico. Rev Neurol 61 (10): 458-470.
  4. Barra, E. (2004). Apoyo social, estrés y salud. Psicología y Salud, Vol. 14 238, Núm. 2: 237-243.
  5. Blázquez Arroyo, J. L. y Peláez Pezzi, M. B. (2013). Neurobiología de la conducta moral humana. Revista médica de la Universidad de Costa Rica. Vol 7 (1), 1.
  6. Cacioppo, J. T. & Berntson, G. G. (1992). Social psychological contributions to the decade of the brain: doctrine of multilevel analysis. American Psychologist, 47, 1019-1028.
  7. Cassel, J. The contribution of the social environment to host resistance. Am. J. Epidemiol., 104: 107-23, 1976.
  8. Grande-García, I. (2009). Neurociencia social: el maridaje entre la psicología social y las neurociencias cognitivas. Revisión e introducción a una nueva disciplina. Anales de Psicología, 25(1), 1-20.
  9. Heinrichs, M. & Domes, G. (2008). Neuropeptides and social behaviour: effects of oxytocin and vasopressin in humans. En I. D. Neumann & R. Landgraf (Eds.), Progress in brain research, Vol. 170: Advances in vasopressin and oxytocinfrom genes to behaviour to disease (pp. 337-350). Amsterdam: Elsevier.
  10. Israel, S., Weisel, O., Ebstein, R.P., Bornstein, G. Oxytocin, but not vasopressin, increases both parochial and universal altruism Psychoneuroendocrinol. 2012; 37 (8):1341-1344.
  11. Oberman y Ramachandran (2007). The Simulating Social Mind: The Role of the Mirror Neuron System and Simulation in the Social and Communicative Deficits of Autism Spectrum Disorders. Psychological Bulletin. 133 (2), 310–327.
  12. Ross, H.E., Young, L.J. Oxytocin and the neural mechanisms regulating social cognition and affiliative behavior. Front. Neuroendocrinol. 2009; 30:534-547.

4 comentarios de “El cerebro y las redes sociales: Neurociencia Social

  1. Diego Reza dice:

    Estimada,
    práctica información, importante … me generó mucho interés!!
    felicidades.
    saludos desde Ciudad De México
    Diego Reza

  2. Ruperto Montejo dice:

    Macarena
    Reciba mi atento saludo.
    Gracias por compartir en este espacio su valiosas ideas y conocimiento sobre la importancia de ponerle atención a la neurociencia social. El ser humano es un ser social y por lo cual debemos prestarle mucha atención a esa parte de las personas, desde el hogar y desde la escuela.

  3. Nelson dice:

    Interesante artículo, pues tropizalizando el documento a la actitualidad y viendo la perspectiva el COVID ha desarticulado enormente ese sentido de socialización

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