¿A qué nos referimos cuando hablamos de mente desorganizada?

¿A qué nos referimos cuando hablamos de mente desorganizada?

¿A qué nos referimos?

En 1991 George Prigatano habló por primera vez, a través de la metáfora, de la mente desorganizada, describiendo el caos con que muchos sobrevivientes experimentaban sus procesos mentales, así como la incapacidad de usar sus mentes para responder a las demandas ambientales internas y externas. Hoy en día existe abundante literatura describiendo la Neuropsicología de dicho fenómeno. Por ejemplo, el síndrome disejecutivo (Baddeley, 1986), frecuentemente observado tras haber sufrido lesiones en los lóbulos frontales, es un ejemplo paradigmático de ‘mente desorganizada’. Los pacientes comúnmente llamados ‘disejecutivos’ tienden a presentar dificultades en una amplia variedad de procesos cognitivos ‘superiores’, como la resolución de problemas, el auto-monitoreo o la iniciación de actividades, procesos éstos necesarios para planificar, ejecutar y modificar la conducta en respuesta a cambios en el ambiente [3]. No obstante, debido a la heterogeneidad de los síndromes ejecutivos, el tipo de andamiaje cognitivo requerido por un paciente puede ser considerablemente distinto al necesitado por otro. Por ejemplo, en el caso de Profesor F, su síndrome disejecutivo estaba marcado por dificultades en fluidez y cambio de set, pero la capacidad de abstracción o insight se encontraba ampliamente preservada [1,3]. Con relación a esto, pacientes con déficits ejecutivos tienden a presentar una conducta inflexible y a experimentar dificultades a la hora de dar una respuesta frente a los cambios ambientales [2,3]. 

Consecuencias

Como se refleja anteriormente, la experiencia de tener una mente desorganiza es un fenómeno común después de lesiones en la corteza frontal. Si bien en las últimas décadas existe un mayor conocimiento respecto a los mecanismos neuropsicológicos que colapsan en una mente desorganizada, las consecuencias emocionales de dicho problema han sido escasamente descritas. Una de las consecuencias más importantes que se han encontrado al experimentar una mente desorganizada es la imposibilidad de utilizar dicha mente como fuente de autorregulación emocional presentando dificultades a la hora de influir en las emociones que se experimentan, cuándo las experimentan y cómo las experimentan y expresan. Generalmente los sobrevivientes con esta mente desorganizada tienden a utilizar las mentes-cerebros de otros como fuente de regulación afectiva, proceso conocido como regulación extrínseca [1,3].

Reacciones catastróficas

Hace más de cincuenta años, el neurólogo alemán Kurt Goldstein describió que pacientes con lesiones cerebrales tendían a responder con angustia y confusión frente a situaciones donde sus recursos cognitivos eran insuficientes. Goldstein llamó a estas respuestas reacciones catastróficas: En la reacción catastrófica el individuo ingresa a un estado interno de desorganización, experimentando un shock mental y físico, sintiéndose atrapado, aturdido y dubitativo. Pero este shock no solo impacta su propia persona; también provoca un colapso en su experiencia del mundo que lo rodea. El estado de ansiedad causado por la reacción catastrófica impacta el funcionamiento del sobreviviente por un prolongado periodo de tiempo, afectando también tareas que él/ella podría facialmente realizar en otras circunstancias [3]. La intensa ansiedad experimentada durante la reacción catastrófica es un dato clave para comprender el correlato afectivo de una mente en estado de desorganización. Dicha ansiedad a menudo toma la forma de síntomas físicos [3]. La severidad de la reacción catastrófica, así como su persistencia en el tiempo, ilustran también la consecuencia de la mente desorganizada de la incapacidad del organismo para autorregular sus respuestas afectivas. Es decir, una consecuencia substancial de la mente desorganizada es que los mecanismos mentales que permiten la recuperación de estados emocionales negativos intensos, mecanismos de regulación intrínseca, o de autorregulación, se encuentran asimismo comprometidos [3]. 

Regulación emocional extrínseca

Los pacientes que experimentan su mente como desorganizada también exhiben dificultades para auto-regular las respuestas emocionales negativas generadas por dicha desorganización. La explicación se basa en que los mismos recursos ejecutivos que permitirían salir de estados afectivos negativos se encuentran comprometidos por la mente desorganizada. Sin embargo, si prestamos atención a lo que los pacientes hacen cuando se encuentran en estados de desorganización mental, y turbulencia emocional, es fácil darse cuenta que esto es solo la mitad de la historia. La otra mitad refiere a cómo estos pacientes, a pesar de la dificultad o imposibilidad para utilizar sus recursos cognitivos, logran enfrentar dichos momentos. Una de las formas en que los pacientes enfrentan situaciones de desorganización y catástrofe es a través de la modificación del ambiente y sus demandas [3]. Con relación a esto, se ha encontrado que la búsqueda espontánea como fuente de compensación por la mente desorganizada, parece reflejar un ‘regreso’ a patrones automáticos de búsqueda de apoyo, que han emergido tempranamente durante el desarrollo y que son menos dependientes de estructuras corticales usualmente comprometidas por el daño cerebral. Dicha hipótesis tiene sentido si consideramos que la principal evidencia respecto a los mecanismos de regulación extrínseca proviene de estudios sobre la influencia de intercambios personales tempranos en el desarrollo de habilidades auto-regulatorias [3]. 

Descripción de Profesor

La descripción de Profesor F es notable porque describe con asombrosa claridad y detalle el proceso de regulación extrínseca. En primer lugar, el estado de desorganización mental o ‘atrapamiento’ causado por la tristeza pegajosa no permite pensar en qué hacer. Se vivencia más bien como algo pasivo, simplemente como una imposibilidad de ‘despegarse’ de ciertos pensamientos y sensaciones. Es más, Profesor F no es capaz de pedir ayuda. Sin embargo, su esposa percibe que algo anda mal porque advierte el malestar en su rostro. Si bien en aquel momento parece ser claro que algo ocurre, Profesor F tampoco es capaz de articular razones. Probablemente, reflejando el impacto de los afectos negativos en sus capacidades ejecutivas. Como respuesta a esto su esposa comienza a preguntar, ofreciendo pistas o posibilidades, lo cual lleva a formular una explicación de lo que sucede. “Se siente triste por su dificultad para caminar, se siente además culpable por no haber cuidado de su pierna adecuadamente”. Esta es la evaluación espontánea que Profesor F construye junto con su esposa sobre la situación. Una interpretación de la realidad que tiñe la experiencia y lo atrapa. Una vez que es posible articular una explicación de lo que sucede [una narrativa], la esposa de Profesor F parece intervenir activamente gatillando un proceso de regulación emocional conocido, la reinterpretación [re-appraisal]. Ella pregunta si es posible pensar la situación de otra forma. 

Conclusiones

En otras palabras, si es posible reinterpretar lo que sucede de una manera menos negativa o más positiva. Profesor F grafica a posteriori esta experiencia usando la metáfora de la proyectora: su esposa le ayuda a inhibir y despegarse de una forma de entender la situación [saca la foto mala], y luego moviliza su atención hacia una interpretación más positiva centrada en los logros que ha tenido, o lo que el accidente no le ha quitado.En términos neuropsicológicos, es posible sugerir que la esposa de Profesor F ‘andamia’ el proceso de regulación intrínseca de dos formas; facilitando la generación de ideas [fluency] y el cambio de set. Ambas capacidades cognitivas que han sido referidas como componentes necesarios para realizar re-interpretaciones de situaciones negativas [1, 3].

Referencias bibliográficas

  1. Arnedo Montoro, M., Bembibre Serrano, J. y Triviño Mosquera, M. (2013). Neuropsicología a través de casos clínicos. Madrid: Editorial Médica Panamericana, S.A.
  2. Chacartegui Ramos, F.J. y León-Carrión, J. (2005). Desorganización perceptiva, déficits constructivos y memoria visual en sujetos con delitos violentos. Rev. Española de Neuropsicología 7 (2-4), 117-134.
  3. Salas, C. y Castro, O. (2014). Mente desorganizada y reacción catastrófica: Regulación emocional intrínseca y extrínseca en sobrevivientes de lesión cerebral adquirida. Rev. Chilena de Neuropsicología, 9 (1), 38-45.

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