La Velocidad de Procesamiento en la Evaluación Neuropsicológica

Introducción

Desde la práctica clínica es habitual la aparición de dudas a la hora de distinguir el deterioro cognitivo vinculado a posibles procesos neuropatológicos de otras casuísticas. Las dudas surgen, sobretodo, a la hora de dirimir los estadios iniciales del deterioro de un proceso propio de la edad, cuando los síntomas aún no son ni claros ni evidentes. Y este es uno de los retos que se marca la exploración neuropsicológica. Cuando se analiza a fondo el proceso de envejecimiento, los procesos de deterioro cognitivo leve y los procesos de demencia, podemos ver que tienen algunas características comunes.

En los tres momentos, la velocidad de procesamiento de la información es una función cognitiva que se ve afectada [5]. Esta afectación no es homogénea en los tres casos y, por lo tanto, esta entidad puede darnos información rica, fiable e importante para conocer la afectación de la función cognitiva en cada momento del proceso. El cerebro requiere tiempo y capacidad para procesar la información que recibe y dar una respuesta adecuada a ella. La velocidad de procesamiento de la información es una medida de eficiencia cognitiva que puede describirse como «el tiempo necesario que una persona necesita, en igualdad de condiciones ambientales, para percibir un estímulo simple, cotidiano y conocido pero no automatizado, procesarlo y responder a él utilizando sus recursos cognitivos» [9]. Una definición más simple describe la velocidad de procesamiento como la «velocidad a la que un individuo realiza una tarea cognitiva simple» [2]. 

Criterios diagnósticos

A lo largo de los años, los criterios para el diagnóstico del deterioro cognitivo y la demencia han ido sufriendo modificaciones, ampliaciones y se han ido perfilado gracias a la evolución de las técnicas de diagnóstico [7]. Se han abierto nuevas líneas de investigación a nivel genético [3], ambiental y, sobretodo, relacionados con los biomarcadores [1].

Recientemente, algunas entidades han intentado homogeneizar la gran diversidad de criterios diagnósticos existentes con el objetivo de facilitar unos criterios operativos dónde, por primera vez, se incluyen las características del deterioro cognitivo leve como un estadio más del proceso de demencia, a parte de otras novedades como el uso de biomarcadores para el diagnóstico [1].

Sin embargo, esos criterios aún no han llegado a su máximo nivel de operatividad por lo que necesitamos poder resolver las dudas que la clínica diaria nos plantea en el proceso de evaluación del deterioro cognitivo. Distintos estudios han propuesto la teoría de la velocidad de procesamiento de la información vinculada a las alteraciones cognitivas relacionadas con la edad, que relaciona la alteración de las funciones cognitivas con la disminución de la velocidad en el procesamiento de la información producto del propio proceso de envejecimiento [4,5].

Así pues, el estudio de la velocidad de procesamiento de la información puede ser de gran utilidad a la hora de plantear el diagnóstico diferencial en los procesos de evaluación cognitiva. 

Instrumentos de evaluación

Algunas de las medidas neuropsicológicas más extendidas y conocidas que se han utilizado para evaluar la velocidad de procesamiento son:

  • Paced Auditory Serial Addition Test (Grönwall, 1977);
  • Subtests de Clave de Números y Búsqueda de Símbolos de la Wechsler Adult Intelligence Scale III (WAIS-III: Psycological Corporation, 1997)
  • Trail Making Test (Reitan, 1958)
  • Otras medidas relacionadas con los tiempos de reacción.

Estas pruebas convergen en un punto: valorar la velocidad de procesamiento; pero también tienen un gran inconveniente: utilizan una gran diversidad de tareas y miden, además de la velocidad de procesamiento otros constructos y funciones cognitivas [10]. Este rasgo es bastante habitual y la mayoría de herramientas clínicas valoran múltiples dominios cognitivos vez y cuando se valora la VPI normalmente se relaciona con la memoria de trabajo o la atención [6]. Algunas de las pruebas que se han desarrollado para valorar la VPI también requieren un funcionamiento motor y visual intacto así como la participación de las funciones ejecutivas (p.ej. toma de decisiones).

Conclusiones

El uso de estas herramientas puede ser de gran utilidad a nivel clínico pero no puede reportar problemas a la hora de realizar un buen diagnóstico diferencial, sobre todo en los primeros estadios de los procesos de deterioro cognitivo, dónde la sintomatología clínica se entremezcla con los cambios propios del proceso de envejecimiento.

La evolución de las técnicas diagnósticas clínicas en neuropsicología nos permite ahondar en la evaluación la velocidad de procesamiento a través de algunas herramientas específicas para el estudio de la velocidad de procesamiento. Estas pruebas han sido adaptadas a la población española, como el Quick Test of Cognitive Speed [9].

Ésta prueba permite la evaluación de la VPI convirtiéndola en una función cognitiva básica a tener en cuenta en las evaluaciones. Después de un largo proceso, la velocidad de procesamiento está conseguido posicionarse como una entidad cognitiva básica, siendo una de las funciones más sensibles al deterioro cognitivo o el daño cerebral [9].Sin embargo, quedan pendientes muchos aspectos por clarificar entorno el constructo de velocidad de procesamiento. Un mejor conocimiento de esta función puede tener grandes beneficios a la hora de entender el funcionamiento de la mente humana y puede tener importantes implicaciones para la rehabilitación del daño cerebral sea cual sea su naturaleza. 

Referencias bibliográficas

  1. Albert M, DeKosky S, Dickson D, Dubois B, Feldman H, Fox, N, et (2011). Thediagnosis of mild cognitive impairment due to Alzheimer’s disease: recommendationsfrom the National Institute on Aging and Alzheimer’s Association workgroup. Alzheimer’s & Dementia, 7(3): 270–279. DOI: 10.1016/j.jalz.2011.03.008.
  2. Ball KK, Wadley VG, Vance DE y Edwards JD. (2004). Cognitive skills: training, maintenance and daily usage. En: Spielberger CD, editor. Encyclopedia of Applied Psycology. Volume 1. San Diego (CA) Elsevier Academic Press. (p. 387-92).
  3. Guerreiro, R.J., Gustafson, D.R. y Hardy, J. (2012). The genetic architecture of Alzheimer’s disease: beyond APP, PSENs and APOE. Neurobiology Of Aging, 33 (3), 437-456.
  4. Kail R y Park Y. (1992). Global developmental change in processing times. Merrill-Palmer Quarterly. 38, 525-41.
  5. Kail R. (1991). Developmental change in speed of processing during childhood and adolescence. Psychol Bull., 109, 490-501.
  6. Kalmar, J.H., Bryant, D., Tulsky, D. i DeLuca, J. (2004). Information processing speed deficits in multiple sclerosis. Does choice of screening instrument make a difference? Rehabilitation Psychology, 49(3), 213-218. doi: 10.1037/0090-5550.49.3.213
  7. Khachaturian, Z. (1985). Diagnosis of Alzheimer’s Disease. Archives of Neurology, 42, 1097-1105.
  8. Subirana-Mirete, J., Crusat, M., Cullell, N., Cuevas, R.,y Signo, S. (2011). Demencias y enfermedad de Alzheimer. A: O. Bruna, T. Roig, M. Puyuelo, C. Junqué, y A. Ruano (Eds.), Rehabilitación neuropsicológica (pàg. 289-318). Barcelona: Elsevier – Masson.
  9. Subirana-Mirete, J. (2015). Valoració del deteriorament cognitiu a través de la velocitat de processament. Adaptació de la prova ‘Quick Test of Cognitive Speed (QTCS). (Tesis doctoral). Universitat Ramon Llull, Barcelona.
  10. Subirana-Mirete, J. (2016). New Perspectives in the Diagnosis of Mild Cognitive Impairment and Alzheimer’s Disease: Novel Uses of Biomarkers. En: N. Shiomi. Molecular Mechanisms of the Aging Process and Rejuvenation(pp. 97-115). ISBN (print): 978-953-51-2568-6

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