Breve historia de la Psicocirugía

psicocirugía

¿Qué es la Psicocirugía?

Aunque en tiempo muy anteriores en la historia de la humanidad ya se realizaron trepanaciones con fines médicos y psicológicos, no es hasta el siglo XIX que se puede hablar de las primeras intervenciones médicas con verdadera pretensión científica. Estas métodos son las denominados técnicas de psicocirugía, es decir, operaciones quirúrgicas realizadas sobre el tejido cerebral con el objetivo de curar o aliviar los síntomas de algunos trastornos mentales.

Los dos pioneros de la Psicocirugía

El primero en llevarlas a cabo de una manera documentada y publicada fue el psiquiatra suizo Gootlieb Burckhardt en el año 1888. Defensor de las corrientes localizacionistas pensó, al igual que otros, que las psicosis se debían a la hipertrofia de ciertas regiones cerebrales encargadas de la comprensión de las palabras; así como la descarga motora de impulsos. Por lo tanto, dado que esta hiperactividad cortical era la culpable de las alucinaciones auditivas y el comportamiento desorganizado típicos de ese tipo de enfermedad mental; pensó que una buena posibilidad para mejorar el estado de los pacientes era extirpar pequeñas porciones de estas regiones del cerebro.

Burckhardt 

Con estas ideas, Burckhardt llevó a cabo psicocirugías en seis pacientes diagnosticados de diferentes tipos de psicosis. Los resultados, que después presentó en el Congreso Médico Internacional de Berlín, fueron diferentes muy según el paciente. Uno de ellos acabó muriendo a causa de la intervención. Por dos sufrieron ataques epilépticos y síntomas afásicos. Mientras que en los cuatro casos restantes se observó una reducción de la sintomatología psicótica se redujo. Sin embargo, uno de ellos, el de una mujer que tenía esquizofrenia paranoide concluyó con el suicidio de está poco después.

Emil Kraepelin

Dichos datos provocaron una reacción bastante adversa en sus compañeros de profesión. Entre estas personalidades se incluían figuras tan importantes como Emil Kraepelin, padre de a Psiquiatría moderna, quien defendía necesidad de actuar bajo el principio hipocrático “ante todo, no hagas daño”. Dicha opinión generalizada sobre sus trabajos, hizo que Burckhardt no volviera a realizar ninguna intervención de éste tipo.

Egas Moniz

No es, hasta casi 50 años después, concretamente en 1935, que un médico vuelve a practicar una psicocirugía en pacientes humanos. En esta ocasión, fue el ya famoso médico portugués, inventor de la angiografía cerebral, Egas Moniz, el que, tras escuchar los cambios en el carácter que sufrieron primates tras seccionárseles el lóbulo frontal en una investigación de Jhon Fulton y Jacobsen sobre la memoria y el aprendizaje, decidió que estos resultados se podrían obtener también en sujetos humanos con caracteres trastornados. Con esta conclusión tan apresurada, unida a supuestos indemostrables, (y que resultaron ser falsos), como que las obsesiones e ideas fijas delirantes de ciertos enfermos mentales eran causadas por circuitos fijos y reverberantes de neuronas concretas del lóbulo frontal, fue suficiente para que Moniz pidiera a un alumno neurocirujano suyo, Almeida Lima, que realizara las primeras psicocirugías a pacientes psiquiátricos.

Destruyendo la sustancia blanca a través de la Psicocirugía

Esta vez, en vez de extraer partes de la corteza cerebral, se dedicaron a destruir sustancia blanca del lóbulo frontal (por eso llamaron a la operación leucotomía) insertando, al principio dosis de alcohol, y luego seccionándola con un nuevo aparato quirúrgico que llamó leucotomo, inventado por él mismo, con forma alargada, fina y cilíndrica que se introducía en el cerebro y que al girar destruía los territorios cerebrales adyacentes.

Los resultados obtenidos fueron publicados en forma de una famosa monografía en la que se mostraban 20 casos clínicos cuyo supuesto balance fue de siete pacientes recuperados, siete mejorados y seis si cambios. Sin embargo, como explica el historiador Valenstein, los informes realizados no eran nada fiables, pues simplemente se decía que “sus ansiedades y delirios se habían ido, pero la monografía no presentó ningún ejemplo de conducta que indicara cuán bien estaban funcionando” y tampoco se evaluó el estado de los pacientes más allá de dos meses pasados de la cirugía.

Parece pues, que Moniz, que siguió mandando realizar más operaciones de este tipo y publicó 13 artículos y hasta un libro hablando de como mejoró la técnica para que tuviera más éxito, se apresuró demasiado en promulgar este nuevo tipo de intervención con el objetivo de poder obtener el premio Nobel que le fue negado dos veces por su invención de la angiografía cerebral. Logro que obtuvo, por cierto, en el año 1959 por “la gran contribución al tratamiento de la enfermedad mental grave con su invento de la leucotomía”.

Freeman, el lobotomista

Mientras, en los Estados Unidos de América, Walter Freeman, un médico que dirigía una clínica psiquiátrica, quedó impresionado por los artículos de Moniz, y no tarda en ponerse en contacto con él para comentarle que tiene pensado realizar lo más pronto posible leucotomías a sus pacientes más graves. Al igual que su predecesor, Freeman pide a un compañero suyo que realice las cirugías bajo su supervisión puesto que él no está habilitado para hacerlas. Los primeros resultados obtenidos son similares a los que tiene Moniz, es decir, aunque en algunos pacientes se reduce la sintomatología psiquiátrica considerablemente, los efectos secundarios son bastante dañinos, quedando casi todos los sujetos como con falta de espontaneidad, impasibles, sin consciencia de lo que les pasaba con anterioridad y, como después dijo la prensa crítica con este tipo de intervención, con unos patrones de comportamiento que parecían ser casi “zombies”.

Reacciones sobre la Psicocirugía

Las reacciones dentro del mundo médico no se hacen esperar, la mayoría acusan a Freeman de realizar una inmoralidad al dañar cerebros sanos de manera irreparable. Sin embargo, otros psiquiatras de renombre en distintos lugares del mundo se interesan por las recién llamadas “lobotomías“, que sustituirían a la palabra anterior leucotomía por considerar que también se actuaba destruyendo los cuerpos neuronales del lóbulo frontal. Esto tiene como resultado que se empiecen a probar este tipo de operaciones en territorio europeo. Sobre todo en Reino Unido y en los países nórdicos donde se realizaron miles a lo largo de los años, y en mucha menor medida en los países mediterráneos. Al ver que no alcanzaba la fama deseada entre sus colegas de profesión, Freeman pasa a informar a la prensa nacional sobre una intervención que, según sus propias palabras “podría suponer la cura definitiva de la locura”. Esto provoca, en un tiempo récord, que la sociedad estadounidense sea consciente de la posibilidad de realizar operaciones sobre el cerebro de los enfermos mentales para supuestamente curarlos. Este hecho, unido a un aumento descontrolado de la población psiquiátrica (que literalmente se hacinaba en los manicomios en unas condiciones pésimas), causó una demanda descontrolada de este tipo de intervención por parte los familiares de personas mentalmente desequilibradas sin apenas un control sanitario ni científico.

Las reacciones

Dicha situación, provocada intencionadamente y sin seguir criterios científicos por Freeman, que más que un médico parecía un publicista, hace que éste se vea movido a tomar una decisión muy controvertida. Dado que él no estaba capacitado para ejercer cirugías, se le ocurre empezar a usar un picahielos para, introduciéndolo por las cuencas de los ojos, acceder al cerebro y destruir a ciegas las conexiones del lóbulo frontal con el resto del cerebro. Se puede considerar que en este momento nace la “lobotomía transorbital”, una técnica mucho más sencilla y rápida que le permite ir de hospital en hospital realizando hasta treinta intervenciones al día en pacientes con distintos tipos de diagnósticos psiquiátricos. Aunque muchos pacientes podían morir y acabar peor de lo que estaban, una gran parte quedaba tan “desactivada” que muchos podían volver a sus casas y hasta tener un trabajo que no exigiera unas capacidades mentales elevadas o con continuos cambios.

¿Oposicionismo?

A pesar de la oposición de parte de la comunidad científica a este tipo de operación, parecía mejor que no hacer nada por los enfermos graves y pasó a ser realizada por distintos médicos en hospitales de todo el mundo. La situación se mantuvo así hasta la aparición de la clorpromazina, el primer fármaco antipsicótico que se descubrió accidentalmente en 1954.  y que al ser mucho menos dañino que la lobotomía acabó por sustituirla totalmente como tratamiento de la enfermedad mental grave. Años después varias organizaciones de afectados clamaban contra lo que consideraban un abuso de la medicina, exigiendo asumir responsabilidades a personas como Walter Freeman. Incluso llegaron a pedir a la academia sueca que otorga el premio Nobel, que se lo retiraran a Egar Moniz por el daño ocasionando. No consiguieron que el médico portugués perdiera su galardón. 

Conclusiones

Por último, aunque las lobotomías ya pertenecen al pasado de la medicina, actualmente se siguen realizando otro tipo de psicocirugías. Sin embargo, éstas son mucho más sofisticadas y con menos daños secundarios. No obstante, aún así siguen provocando mucha polémica dentro de la comunidad psiquiátrica, y de las que quizá os hablemos en próximos artículos.

Referencias bibliográficas

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