Neurociencia y Neuroeducación, ¿dos caras de una misma moneda?

Introducción

Todavía recuerdo mi primer día de clase. Esos nervios del día previo al inicio de las clases se fueron repitiendo cada año hasta bien entrada la adolescencia. Por aquel entonces prácticamente no existía todo el personal que está presente en la mayoría de colegios de hoy en día como psicólogos, orientadores, etc. Todo ello ha supuesto un avance en el intento de adecuar a los alumnos, dando como resultados nuevo conceptos como el de Neuroeducación. Se está despertando un gran interés por cambiar, innovar y mejorar la educación teniendo como base los conocimientos del cerebro. Universidades como la Johns Hopkins, en Estados Unidos, ya han puesto en marcha proyectos de investigación en Neuroeducación, igual que Harvard, que dispone del programa “Mente, cerebro y educación”, el cual pretende explorar la intersección de la Neurociencia biológica y la enseñanza. La Neuroeducación apunta a [3]:

  • Conocer qué herramientas puede proveer la Neurociencia que, de modo práctico, sirvan para enseñar de forma más eficiente en diferentes ámbitos, no sólo en la escuela.
  • Herramientas que sirvan para detectar problemas neurológicos y psicológicos que impidan o interfieran en los niños la tarea de aprender con facilidad en el colegio.
  • Herramientas que sirvan para formar mejor ciudadanos críticos, logrando un equilibrio entre emoción y cognición.

Neuroeducación: cómo se desarrolla el cerebro

El cerebro humano comienza su desarrollo a los pocos días de su fecundación, concretamente, tras 16 días. A los cuatro años, el hipocampo, estructura fundamental para los procesos de la memoria, adquiere ya una arquitectura neuronal, que es casi idéntica a la del adulto. Pero el cerebro se desarrolla de forma asincrónica, es decir, tiene tiempos diferentes para algunas funciones, como por ejemplo, para el lenguaje.

Teniendo esto en cuenta, los estudios actuales se desarrollan poniendo énfasis en conocer cómo el niño aprende antes de entrar a la escuela, cómo lo hace en la escuela y basándose en ello tratan de diseñar programas que puedan mejorar la enseñanza posterior y la utilización de progresos educativos que potencien la interacción social desde muy temprano, que parece producir cambios positivos a largo plazo en los niños y también el componente afectivo de la relación con los demás [3].

Se aprende mejor en plena naturaleza y mediante el juego. Intentar mantener la atención durante tiempos prolongados agota determinados neurotransmisores de la corteza prefrontal. Un simple paseo en un entorno natural es suficiente para recargar de energía determinados circuitos cerebrales que permiten recuperar la atención y la memoria y que mejoran los procesos cognitivos (Berman et al, 2008). 

Neuroeducación: un paso hacía la cognición

Un niño no comienza a aprender con ideas y con abstracciones, sino con percepciones, emociones, sensaciones y movimiento. Esta sería una buena herramienta a tener en cuenta en el aprendizaje de los alumnos. Pero también es importante tener en cuenta los factores que influyen en el aprendizaje, como son:

La atención

Sin ella, no hay aprendizaje, ni memoria explícita ni conocimiento. Para que un alumno preste atención en clase no vale simplemente con pedírselo, sino que, la atención sigue a la curiosidad. Ello está llevando a la búsqueda de métodos y recursos capaces de evocar la atención de los alumnos; métodos asociados a la recompensa y no al castigo, ya que la curiosidad que se satisface con el aprendizaje tiene como base cerebral el placer, ubicado en el sistema límbico e incluye estructuras como la corteza prefrontal, el núcleo accumbens, la amígdala, el hipocampo, el septum, la corteza entorrinal, el hipotálamo y otras áreas en el tronco del encéfalo. La dopamina interviene en lo que nos interesa y en lo que nos motiva o desmotiva.

Memoria de trabajo

La memoria de trabajo, que puede verse afectada por aspectos ambientales y por la cantidad de horas de sueño. Entre los factores ambientales, destacan aspectos como el ruido, la temperatura, la iluminación o la propia conducta del profesor o de otros niños. Incluso la Academia de Neurociencias para el Estudio de la Arquitectura en Estados Unidos ha reunido arquitectos y neurocientíficos para poder concebir nuevos modos de contribuir a la enseñanza.

Sueño

En cuanto al sueño, es imprescindible en la consolidación de la memoria y de lo aprendido durante todo el día. La falta de sueño profundo suficiente y reparador puede llevar a síntomas como la irritación y a la desatención. Mora, además, señala que nos caracterizamos por tener un determinado cronotipo o reloj interno [3]. Así, se puede hablar, en general que las personas con el cronotipo “alondra” son más productivas trabajando en las primeras horas del día, mientras las que tienen el cronotipo “lechuza” lo son en horarios tardíos. Sin embargo, los dos cronotipos no son permanentes a lo largo de la vida.

Así pues, ¿por qué no tenerlo en cuenta en el momento de matricular a los alumnos en actividades o cursos? El hipotálamo , la actividad de la sustancia reticular ascendente del tronco del encéfalo y sus radiaciones a la corteza cerebral, están implicados en dos procesos llamados “siesta vespertina” y “disminución de la atención durante la madrugada”, procesos que atribuyen una cierta connotación negativa a los períodos vacacionales, basándose en estudios que señalan que, tras ese tiempo de descanso o inactividad, se altera el rendimiento de los niños, con clara repercusión negativa en el ritmo diario establecido de las clases.

Funciones ejecutivas

Las funciones ejecutivas, dependientes de la corteza prefrontal, que no termina de madurar hasta los 25-27 años, cuando aparecen ciertos neurotransmisores y cuando se han terminado de aislar con mielina los axones de las neuronas. El ejercicio aeróbico practicado con regularidad disminuye el estrés y modula y cambia la configuración del cerebro en aquellas áreas relacionadas con el aprendizaje y la memoria.

¿Qué relación existe entre la Neuroeducación y la emociones?

Cognición-emoción es un binomio indisoluble. Aprender y memorizar es esencial en el ser humano, así como conocer el mundo de las emociones. Cuando le otorgamos un significado emocional a la información aprendida, pasa a las áreas de asociación de la corteza cerebral y, posteriormente al hipocampo, donde se registra la traza mnemónica de lo percibido y aprendido. El que instruye debe ser consciente de este aspecto, por eso son importantes las palabras y cómo se utilizan. Hoy se habla mucho de un “apagón emocional” que ocurre en muchos niños en algún momento de su periodo escolar y que se ha relacionado con el hecho de vivir en una sociedad estresada.

Un medio ambiente estable, estimulante y protector construyen en el cerebro infantil los pilares sólidos para una enseñanza efectiva. Por el contrario, un medio ambiente adverso, castigador y estresante influyen e impiden el normal desarrollo de los circuitos cerebrales que permiten ese aprendizaje normal. Asimismo, la ansiedad disminuye los procesos de atención y tiene consecuencias severas sobre el proceso de aprendizaje y memoria. También perjudica la maduración de los mecanismos corticales neuronales de inhibición cuyo deterioro o retraso pueden generar impulsividad. 

Conclusiones sobre la Neuroeducación

Una vez se ha enseñado algo, el aprendizaje del mismo sólo se ancla en la memoria muchas horas después con el consecuente refuerzo de las redes neuronales que dan base a la memoria. Este tipo de aprendizaje, el explícito, tiene su fundamento en el hipocampo y en muchas áreas de la corteza cerebral (prefrontal y temporal) y neurotransmisores como el glutamato y el ion calcio son fundamentales para que ocurra. En el aprendizaje implícito, el inconsciente, participan áreas como la corteza cingulada anterior, los ganglios basales, el cerebelo y la corteza premotora.

A la luz de todos estos descubrimientos, la educación demanda seriedad y trabajo duro. El proceso de aprendizaje es mucho más efectivo y rico cuando combinamos calidez humana, emociones, buen ánimo, cooperación y elementos sorpresa. Pero esto no solo afecta a los docentes, los padres también pueden aplicar estos nuevos conocimientos y explicarles a sus hijos que su cerebro está preparado para aprender de muchos modos, y no únicamente con el que le proponen en la escuela [4].

Hay una necesidad clara de crear un pensamiento crítico y creativo, pensamiento que requiere de un sustrato neuronal diferente al del pensamiento crítico y analítico y que recluta redes neuronales distribuidas en parte por las cortezas temporales de ambos hemisferios cerebrales y en particular en el hemisferio derecho.

Así pues, es necesario que los profesores sean capaces de analizar la diversidad con la que se pueden encontrar en el aula y analizar cómo inciden las distintas metodologías utilizadas en el aprendizaje de los alumnos. Hoy se sabe que hay maestros con larga experiencia y profundos conocimientos que fallan en su enseñanza por falta de empatía y habilidades de comunicación social. En muchos casos se sigue creyendo que sólo hay una única manera de enseñar y aprender. Es hora de cambiar.

Referencias bibliográficas

  1. Bilbao, A., (2015), El cerebro del niño explicado a los padres, Barcelona, España, Plataforma Editorial.
  2. Forés, A., Ligioz, M., (2009), Descubrir la neurodidáctica. Aprender desde, en y para la vida, Barcelona, España, Editorial UOC.
  3. Mora, F. (2013), Neuroeducación. Sólo se puede aprender aquello que se ama, Madrid, España, Alianza Editorial
  4. Rodríguez, N., (2016), Neuroeducación para padres, Barcelona, España, Ediciones B.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *