¿Qué le pasa a nuestro cerebro cuando dormimos?

Introducción

Cuando dormimos, no somos conscientes del mundo que nos rodea. Sin embargo, en este momento, ocurren una gran cantidad de fenómenos esenciales para nuestra salud, tanto física como psicológica. El sueño no es simplemente un mero descanso, sino que es un estado activo, que nos reporta grandes beneficios. A pesar de esto, aún hoy en día podemos encontrar a muchas personas que creen que dormir no aporta ningún tipo de beneficio. Sin embargo, el sueño es una actividad absolutamente necesaria para “recargar pilas” y hacer frente a los nuevos retos que se nos van a presentar al día siguiente y que tendremos que afrontar [2]. 

¿Qué ocurre en nuestro cerebro cuando dormimos?

A partir del invento del electroencefalograma (EEG), en 1929, se empezaron a estudiar las diferencias en el funcionamiento cerebral cuando estamos despiertos y cuando estamos dormidos [2]. El sueño se organiza en diferentes ciclos a lo largo de toda la noche, donde aproximadamente, cada ciclo dura unos noventa minutos, por lo que tendremos varios ciclos en todo el momento de sueño, según las horas que durmamos [2]. Nuestro cerebro presenta variaciones en la actividad eléctrica en función del momento del día en el que nos encontremos. Entre la vigilia y el sueño, se da un estado de transición, que producirá somnolencia. A partir de este momento, pasamos a la fase de sueño ligero, o fase 1, que es una corta transición entre la alerta y la fase 2 de sueño. Si tenemos buena calidad de sueño, esta fase será corta en el tiempo y se pasará rápidamente a la siguiente fase [2]. La fase 2 se define porque perdemos la conciencia con el mundo exterior y en este momento se necesitaría más estimulación que en la fase anterior para despertar a la persona [2]. En la fase 3 y 4, entramos en los niveles más profundos de sueño. El cerebro está en reposo y se intensifica la relajación de los músculos. Es el momento clave para conseguir la recuperación física necesaria [2]. Ya en la quinta fase, conocida como sueño REM, el cerebro presenta gran actividad [2]. 

¿Qué relación existe entre la memoria y el sueño?

La memoria es una de las funciones cognitivas que más se benefician de tener un buen sueño y buenos hábitos de descanso. Esto se debe a que el sueño forma parte de los procesos básicos que permiten almacenar nuevos recuerdos en el cerebro. En la fase REM del sueño, se produce gran parte de la consolidación de las experiencias vividas durante el día, para darle un aspecto más duradero a las mismas [1,2]. También se ha confirmado la importancia del sueño con anterioridad al aprendizaje, pues el sueño reparador prepara al cerebro para el aprendizaje óptimo [3]. Este proceso de reorganización de los recuerdos provoca los sueños. Todos soñamos cuatro o cinco veces en toda la noche, pero el recordar estos sueños o no, depende del momento en el que despertemos. Si nos despertamos justo al acabar el ciclo REM, será más probable que recordemos esos sueños. También influye el aspecto emocional de los mismos [1,2].

¿Qué ocurre con la reserva cognitiva y la plasticidad neuronal?

Invertir tiempo en un sueño de calidad es beneficioso para la plasticidad neuronal y la reserva cognitiva, que tan importantes son, la primera para el aprendizaje y la segunda para la protección frente a enfermedades como el Alzheimer, ya que consolida los ejercicios mentales y los nuevos aprendizajes del día [1,3]. Además, el sueño es fundamental para el estado de ánimo, la concentración, el sistema inmunitario y la capacidad de resolución de problemas. Por ello, cuando la falta de sueño ocurre de manera recurrente, puede derivar en un trastorno del estado de ánimo con ansiedad o depresión, así como una frustración personal con la vida y/o apatía [1]. Muchas de las funciones vitales de nuestro organismo son dirigidas por sistemas fisiológicos complejos. A esto se refiere cuando hablamos del reloj biológico que todos tenemos. Con respecto a esto, nuestro cerebro envía señales al organismo sobre cuándo es la hora de comer, de dormir o de despertarnos. La zona del cerebro que regula estos procesos es principalmente, el hipotálamo, y es, por ejemplo, la luz, uno de los principales reguladores de estas órdenes que envía el cuerpo. Durante el día, por ejemplo, el organismo segrega cortisol para poder activarnos, mientras que, por el contrario, durante la noche, segrega melatonina para ayudarnos a dormir [2,3]. La temperatura corporal también es uno de los factores que intervienen, ya que baja durante la noche para ayudarnos a conciliar el sueño [2]. Cuando no seguimos este patrón biológico de dormir por la noche y despertarnos durante el día, por cuestiones sociales o comportamentales, es posible que se produzcan desórdenes y dificultades para conciliar el sueño o para dormir ininterrumpidamente [2]. 

Recomendaciones para una buena calidad del sueño

Para obtener una buena calidad del sueño y que nuestros procesos neuropsicológicos no se vean afectados, existen varias recomendaciones que llevar a cabo. Cuando el insomnio es debido al estrés o a la tensión diaria que soportamos durante el día, serán útiles las técnicas de relajación [2]. Además, otras de las recomendaciones más representativas son: conocer cuántas horas necesitamos de sueño al día cada uno para levantarnos bien, una cama confortable y un ambiente tranquilo, tomar un baño caliente unas horas antes de ir a la cama, evitar leer, ver la televisión o comer en la cama, desarrollar una rutina regular de sueño para ayudar a establecer el reloj biológico, proteger el sueño de perturbaciones externas como llamadas de teléfono, mascotas, etc., eliminar los excitantes al final de la tarde, como cafeína, nicotina, algunos medicamentos, etc., evitar comidas copiosas, disminuir el tiempo despiertos en la cama, hacer algo de ejercicio, etc. [4]. También en el aula, para mejorar la atención y memoria de los alumnos, mejorando la calidad del sueño, se podrían aplicar ciertas técnicas como, por ejemplo, retrasar el horario escolar comenzando las clases a las nueve en lugar de las ocho, mantener las aulas bien iluminadas para reducir los niveles de melatonina, tareas más activas y participativas en determinadas horas del día (entre las 13 y las 16h), etc. [3].

Referencias bibliográficas

  1. Bilbao, A. (2013). Cuida tu cerebro… y mejora tu vida. Barcelona: Plataforma Editorial.
  2. De la Fuente, V. y Martínez, C. (2009). Insomnio. Cómo vencer las noches en blanco. Barcelona: Editorial Amat, S.L.
  3. Forés, A., Gamo, J.R., Guillén, J.C., et al. (2015). Neuromitos en educación. El aprendizaje desde la neurociencia. Barcelona: Plataforma Editorial.
  4. Márquez Rosa, S. y Garatachea Vallejo, N. (2013). Actividad física y salud. Madrid: Ediciones Díaz de Santos, S.A.

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