Reserva Cognitiva: la despensa de la mente

Introducción

Existen personas que, a pesar del paso de los años e incluso ante la presencia de cierto grado de neuropatología, son capaces de mantener una excelente función cognitiva. Esta magnífica capacidad para amortiguar estos efectos negativos se conoce como ‘reserva cognitiva’. Sin embargo, aunque este término todavía no se ha introducido en el lenguaje coloquial, muchas son las investigaciones científicas que giran entorno a él. Dado el progresivo e irrefrenable envejecimiento de la población mundial, el estudio de elementos modificables que nos permitan disminuir la morbilidad cobra especial relevancia. A diferencia de la carga genética, sobre la cual no podemos ejercer influencia alguna, los factores que afectan a la reserva cognitiva si pueden ser modificados y controlados. A continuación veremos en qué consiste exactamente la reserva cognitiva, cuáles son los factores que la conforman y cómo podemos moldearlos a lo largo de nuestra vida. 

¿Qué es la reserva cognitiva?

El concepto de reserva cognitiva ha sido definido de manera detallada por el profesor de neuropsicología de la Universidad de Columbia Yaakov Stern [6]. La observación repetida de una ausencia de relación directa entre el grado de daño o patología cerebral y las manifestaciones clínicas de dicho daño llevó a Stern y a otros muchos investigadores a ahondar en las causas y consecuencias de este fenómeno. Ya en 1989 se observaron 10 casos de personas cognitivamente sanas que presentaron patología típica de la enfermedad de Alzheimer cuando sus cerebros fueron analizados en la autopsia y que sin embargo no presentaron el menor síntoma clínico en vida[3]. La demencia tipo Alzheimer ofrece la posibilidad de estudiar el fenómeno de manera exhaustiva ya que como la patología progresa de manera gradual, se puede observar cuánta cantidad de patología es necesaria antes de detectarse los primeros cambios cognitivos.

Modelo pasivo

En un primer momento se especuló que un mayor tamaño cerebral estaría detrás de esta ausencia de impacto de la patología. Esta aproximación es conocida como modelo pasivo. Esta perspectiva asume que un cerebro lidiará mejor con un cierto daño en tanto en cuanto mayor sea su tamaño o más conexiones sinápticas haya entre las neuronas que lo conforman. Su fundamento teórico se basa en la observación de que las personas con un mayor tamaño cerebral o una mayor circunferencia de la cabeza tienen una menor probabilidad de desarrollar enfermedad de Alzheimer [2,4].

Sin embargo, este modelo pasivo resulta incompleto por no contemplar las diferencias individuales del impacto de un daño en la función cerebral. Según este modelo si dos cerebros de igual tamaño sufren un daño equivalente deberían padecer los mismos síntomas. Hoy sabemos que estos no es así. En consecuencia algo debe de estar mediando la relación entre el daño cerebral y los síntomas que se manifiestan.

Concepto de reserva cognitiva

El concepto de reserva cognitiva o modelo activo surge para dar respuesta a estas diferencias individuales. Entiende que el cerebro intentará compensar activamente frente a la presencia un daño, independientemente de cual sea su tamaño. Este modelo postula que algunos individuos, gracias a un mayor nivel de educación o desarrollo de actividades estimulantes a lo largo de su vida, son capaces de procesar los desafíos del entorno de manera más efectiva. Ello se consigue gracias al mantenimiento de estrategias o redes neuronales capaces de cumplir las demandas del entorno. Igualmente gracias al uso otras estrategias o redes alternativas que cumplen la misma función que la original.

A favor del modelo activo y al contrario de lo que hubiera predicho el modelo pasivo, un estudio encontró que la influencia de la educación y la ocupación laboral, pero no el volumen del cerebro, predijeron los cambios cognitivos asociados a la edad [5].  En términos metafóricos podríamos decir que los modelos pasivos ponen su foco de atención en el ‘hardware cerebral’. Mientras que, los modelos activos lo hacen en el ‘software’.

¿Qué factores determinan la reserva cognitiva?

Aunque no se conoce la contribución exacta de cada uno de los elementos influyentes a la reserva cognitiva, varios estudios han puesto de manifiesto algunos de los más importantes. Parece ser, que el nivel educativo y la ocupación laboral destacan por su gran contribución [1]. Muestra de ello es que las personas con mayor nivel educativo tienen una menor probabilidad de desarrollar demencia en comparación con aquellas con un menor nivel.

Por ejemplo, se ha visto que las personas hispanohablantes que aprenden inglés como segunda lengua a lo largo de su vida tienen menos riesgo de desarrollar demencia que aquellos que nunca aprendieron. Los factores relacionados con la educación no solo disminuyen el riesgo de demencia sino que también ayudan a hacer frente a los cambios asociados al envejecimiento. En esencia lo que realmente ayuda a aumentar la reserva cognitiva y a promover un cerebro más eficiente, es involucrarse en actividades cognitivamente desafiantes, que pongan a prueba el intelecto y creatividad. Es por ello que, no solo la educación formal, sino que también actividades informales tales como la lectura de periódicos y libros, ver programas culturales en la televisión, participar en discusiones con los amigos o hacer voluntariado pueden ser actividades igualmente estimulantes y, por tanto, beneficiosas en este sentido.

Se ha sugerido que, además, el aprendizaje aumenta el número de neuronas y de las conexiones entre ellas por lo que los factores que contribuyen al enriquecimiento del ‘software cerebral’ como la educación, podría repercutir a su vez en la mejora del ‘hardware’, generándose así una dinámica de retroalimentación positiva. 

Conclusiones

Llevar una vida llena de actividades mentalmente estimulantes, ya sea a través de la educación formal, las tareas requeridas en el trabajo, o los hobbies con los que disfrutamos el tiempo libre contribuyen al desarrollo de la llamada reserva cognitiva, o lo que es lo mismo, la capacidad para hacer frente al envejecimiento o cualquier tipo de daño cerebral. Aprender un nuevo idioma, estar al tanto de la actualidad o apuntarse a clases de pintura son solo algunos ejemplos de las actividades que podrían ayudarnos a promover un cerebro más joven y eficaz durante más años. La mejora de nuestra calidad de vida futura dependerá, al menos en parte, del grado de desafío mental que supongan las actividades rutinarias llevadas a cabo a lo largo de nuestra vida.

Referencias bibliográficas

  1. Baldivia, B., Andrade, V.M., Bueno, O.F.A., (2008). Contribution of education, occupation and cognitively stimulating activities to the formation of cognitive reserve. Dementia & Neuropsychologia 2, 173-182.
  2. Graves, A.B., Mortimer, J.A., Larson, E.B., Wenzlow, A., Bowen, J.D., & McCormick, W.C. (1996). Head circumference as a measure of cognitive reserve. Association with severity of impairment in Alzheimer’s disease. British Journal of Psychiatry, 169, 86–92.
  3. Katzman, R., Aronson, M., Fuld, P., Kawas, C., Brown, T., Morgenstern, H., Frishman, W., Gidez, L., Eder, H., & Ooi, W.L. (1989). Development of dementing illnesses in an 80-year-old volunteer cohort. Annals of Neurology, 25, 317–324.
  4. Schofield, P.W., Logroscino, G., Andrews, H., Albert, S., & Stern, Y. (1997). An association between head circumference and Alzheimer’s disease in a population-based study of aging. Neurology, 49, 30–37.
  5. Staff R.T., Murray A.D., Deary I.J., Whalley, L.J. (2004). What provides cerebral reserve? Brain, 127, 1191-1199.
  6. Stern, Y., (2002). What is cognitive reserve? Theory and research application of the reserve concept. Journal of the International Neuropsychological Society 8, 448-460.

Un comentario de “Reserva Cognitiva: la despensa de la mente

  1. Isabel del val dice:

    Tema muy interesante y con consejos prácticos que es lo que interesa para poder poner algún remedio al esa terrible enfermedad

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